Esa
palabra bendita llamada gol
El fútbol es el amor más largo y descabellado de nuestra
vida. Es la pasión desesperada por los opuestos: pertenencia y privación,
multitud y soledad, devoción y rencor, tristeza y alegría. Alejarse del fútbol
es mutilar parte de nuestro corazón. Es el final de la infancia y el comienzo
del hinchaje perpetuo. Es levantarse en la mañana y pensar en el partido de la
noche. Es olvidar a los amigos, porque en el asfalto, o en el verde, parece
disiparse la amistad. Es el amor que te hace querer tanto a alguien, o la
cólera que te hace odiar sin estribos.
El fútbol es la discusión imperecedera con la gente. Es
sentir ese no se que por alguna camiseta, por la celeste, por la azul o por la
crema. “Porque en la vida un hombre puede cambiar de mujer, de partido político
o de religión, pero no puede cambiar de equipo de futbol”. Es el juego de la
pista, del patio del colegio, de la pared de tu casa o el garaje del vecino. Es
el juego del balón, de la pelota de trapo, de la chapita o de la bola de papel
porque todo vale a la hora de gritar un gol.
El futbol es la pasión que provoca lo indeseable o
conquista lo imposible. El fútbol puede ser la rivalidad eterna, llamada
clásico. El fútbol es Maradona y Pelé. Para mí es Zidane, para alguien tal vez
Messi. El futbol es la jerga, la lisura, el cántico desaforado, el grito que lo
engloba todo, porque no existe cosa más hermosa y sencilla que poder gritar- según
reza una tautología en nuestro fútbol- esa palabra bendita llamada gol.
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