domingo, 6 de noviembre de 2011

Elegía a Anabel

Anabel, porque eres
la mentira inexistente.


Anabel, déjame ver tu úvula desnuda
Llorarle al canto de las quimeras,
Déjame verte Anabel, quizá por última vez,
Déjame escribirte aquel pueril verso prometido,
Te acuerdas Anabel, dime que te acuerdas.
Anabel, déjame poner tu nombre en estos versos,
Déjame cantarlos al olvido,
Y que el olvido, no te rienda cuentas,
Déjame como un vermífugo dormir
En su dulce nido.

Combatientes Otelos ya me han vencido,
Besos muertos, ensueños podridos,
Anabel, princesita vaporosa
Dime en qué mundo ahora te has escondido.
Me han contado que otros brazos te han tenido,
Por eso vas a morir en estos versos,
Vas a ver que a otras, muchas prefirieron,
Morir en el sarcófago de los sueños,
No como tu Anabel, que has muerto,
En el boceto eterno del dios que profesas.

Ahora Anabel, cabellitos submarinos,
Labios sangrientos, senos dormidos,
Ojitos titilantes, cintura venusiana.
Suspiras, Anabel, exhalas,
Te mueres, ¡no quiero que mueras!
Termina conmigo- me dices,
No Anabel, déjame terminar los versos,
Déjame naufragar en el olvido,
Déjame recordar por última vez,
El orto de tus besos púrpuras,
Déjame cabalgar tu monte Venus,
Déjame escucharte  por última vez,
Suplicante, Anabel, Anabel,
Todo fue un juego, Anabel.

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